Con la lección de su mal inicio de partido de octavos contra Lorenzo Musetti bien aprendida, Novak Djokovic se aplicó con mucha más atención en cuartos ante otro italiano, Matteo Berrettini, aunque se dejó un set para ganar por 6-3, 6-2, 6-7 (5) y 7-5 en tres horas y 28 minutos. El serbio, con el número uno garantizado tras la eliminación de Medvedev, se metió con esa facilidad en las semifinales de Roland Garros, undécimas que disputa en su trayectoria en el torneo, 40ª de Grand Slam. Es el segundo tenista de siempre que llega a esa cifra tras Roger Federer, que va por 46. Jugará dl viernes por un puesto en la final ante un viejo conocido, su rival más acérrimo: Rafa Nadal.

Djokovic hizo uno de esos ejercicios de precisión quirúrgica en los dos primeros parciales con apenas 11 errores no forzados, y se despistó en el desempate del tercero cuando tenía dos saques para ganar ante un Berrettini que sólo tuvo tres opciones de quiebre en todo el partido y encajó cuatro. La mejor herramienta del romano, el saque, no le tantos réditos aunque sí le mantuvo a flote en el cuarto set hasta que Nole rompió su resistencia.

No se fiaba de Matteo, semifinalista en el US Open de 2019, que venía de ganar un título sobre tierra batida, en Belgrado, y de ser finalista del Mutua Madrid Open, también en polvo de ladrillo. Además, no había tenido que jugar en octavos por la renuncia de Federer.

Parón y caída

Al balcánico no le ayudó la interrupción de 25 minutos del duelo debido a la reticencia de los espectadores abandonar la Philippe Chatrier en la sesión nocturna por el toque de queda de las 23:00. Tampoco un resbalón en el que se dañó la mano izquierda. La victoria la celebró con furia y tremendos alaridos tras darle una patada poco antes a una valla.