Un partido para el olvido que obliga a los catalanes a hacer profunda autocrítica a tres vías (directivos, técnicos y jugadores). La derrota era anticipada. Hay un abismo de diferencia en juventud, velocidad y potencia entre este Barcelona de otoño y este Bayern de primavera. La derrota es humillante. No hay que darle muchas vueltas. Dominados, neutralizados. Vencidos en todas las líneas. Superados por un rival que corría a otra velocidad, que anticipaba con facilidad y con un instinto de lucha y responsabilidad muy propio de los alemanes Este juego muchas veces da vida, pero otras veces la quita. Hemos vivido el principio, medio y final de un equipo único en la historia, creado por el genio de Johan Cruyff que cambió la manera de jugar esto, de interpretar intelectualmente el fútbol, de entender que este es un deporte de tiempo y espacio en el que una neurona es más protagonista que un músculo, que llegó hasta aquí porque desde Guardiola hasta Setien se dedicaron a surfear olas en la tabla diseñada por el genio holandés y ninguno ellos se dio’ cuenta que también existen rivales capaces de descifrar esquemas que algunas veces llegamos a pensar que eran casi perfectos. Piqué lo dice bastante claro. Toca profunda transición, y hasta la messidependencia corre peligro.