El fútbol no está produciendo y eso preocupa a los equipos pequeños

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El fútbol no está produciendo y eso preocupa a los equipos pequeños

Jonathan David ya estaba pensando en lo que vendría después. Estuvo en Bélgica durante casi dos años, durante su primera incursión en el fútbol profesional europeo desde que se mudó de Canadá. Había cumplido todos los objetivos que se le habían pedido: fue el líder goleador del KAA Gent en su primera temporada y quedó empatado en lo más alto de la tabla de delanteros de toda la liga belga en su segunda campaña.

“El año pasado, el Gent le pidió que se quedara para confirmar el potencial que había demostrado”, comentó su representante, Nick Mavromaras. “Y cumplió. Demostró que le había llegado la hora de pasar al siguiente nivel”.

Los engranajes estaban girando. David había llamado la atención de varios de los clubes más prestigiosos de Europa. Analizaron con cuidado sus estadísticas, estudiaron sus videos, enviaron a visores para que lo observaran. Cumplía bastantes requisitos: acababa de cumplir 20 años; jugaba de delantero para Canadá pero un poco más retrasado para el Gent, una señal de su gran versatilidad; además, sus números como anotador eran impresionantes.

Como lo dijo Michel Louwagie, el director deportivo del Gent: claramente David era “el mejor futbolista joven de Bélgica”. Esto suele significar una sola cosa: la batalla por su firma. Bélgica es el tipo de lugar donde los derrochadores de las grandes ligas van a lanzar sus redes. Este año, el consenso era que David era el pez más grande del estanque.

Antes de la Navidad, las llamadas para preguntar por David llegaban a raudales. No obstante, el Gent se mantuvo firme. Quería quedarse con David hasta finales de enero y, si era posible, todo el verano también. “Simplemente dije que no”, declaró Louwagie. “El plan normal era que se quedara un año más. Siempre debes tener en cuenta los deseos de los jugadores, pero no necesitamos el dinero”.

Mientras tanto, Mavromaras y su agencia, Axía Sports Management, estaban investigando a cada uno de los candidatos para encontrar el postor ideal para David. Si llegaba una oferta que fuera la adecuada para el Gent, también debía ser la adecuada para su cliente. Necesitaban que cuadraran el entrenador, el sistema y, sobre todo, la oportunidad.

“Él es consciente de que apenas es su segunda temporada como profesional”, mencionó Mavromaras. “Necesita jugar. Ese es el factor principal”. Según Mavromaras, ya habían identificado a algunos clubes que estaban a la altura.

Y luego, por supuesto, todo se detuvo.

Sigue sin estar claro cuál será el efecto del cierre indefinido del fútbol europeo frente a la pandemia. Los clubes de toda Europa aún no saben cuándo podrán volver a jugar o si acaso lo volverán a hacer. Hasta que lo sepan, solo les queda adivinar cuántos ingresos perderán de la venta de boletos y mercancía, así como por los ingresos de las transmisiones de televisión. Solo les queda adivinar la escala del daño.

Sin embargo, para muchos equipos que no participan en las cinco ligas principales, estar conscientes de la falta de control sobre su destino, de la posibilidad de una segunda crisis en el horizonte, agrava esa incertidumbre. Para esos clubes y esas ligas, la salud financiera no solo depende de su propio regreso a las acciones, cuando sea que esto suceda, sino también de lo que ocurra muy lejos de ellos, en la parte superior de la cadena alimenticia.

Buena parte de la economía del fútbol mundial depende del mercado de transferencias, el cual se impulsa gracias a la generosidad de la élite acaudalada de Europa. Afuera de las principales ligas europeas, todo el delicado ecosistema del fútbol funciona como un monumento al efecto derrame: el dinero fluye desde Alemania, España y, en particular, Inglaterra, a través de lugares como Bélgica y otros países, hacia el mundo.

De acuerdo con las cifras que brindó el Observatorio de Fútbol CIES, es muy poco posible sobreestimar la cantidad exacta de dinero de la Liga Premier —o, para ser más precisos, de los acuerdos televisivos de la Liga Premier— que hace girar el mundo del fútbol.

Por ejemplo, desde 2015, tan solo Francia ha recibido más de 1000 millones de dólares en cuotas de transferencias de clubes ingleses. De esa cantidad, unos 464 millones han ido a parar a un solo club: el AS Mónaco. Otros 1000 millones de dólares han terminado en los bolsillos de tan solo cinco clubes: la Juventus, el Borussia Dortmund, la Roma, el Barcelona y el Sporting de Lisboa.

Las cifras son un poco más bajas en Bélgica pero, en todo caso, la dependencia es mayor. En los últimos cuatro años, el KRC Genk ha vendido 88 millones de dólares en jugadores a la Liga Premier: más de lo que toda la liga ganó en ingresos por transmisiones de televisión en 2017. El verano pasado, el Club Brujas —el equipo que se coronó campeón en marzo cuando la temporada belga fue cancelada— ganó 61 millones de dólares con la venta de tres futbolistas a equipos ingleses.

“Estos son dos modelos de negocios en el fútbol internacional”, comentó Vincent Mannaert, el director ejecutivo del Club Brujas. “Uno, en las grandes ligas en la cima de la pirámide, el flujo de ingresos más importante son los derechos de transmisión. En las ligas medianas y pequeñas hay otro modelo que está principalmente relacionado con ser proveedores importantes de transferencias de jugadores a las grandes ligas”.

Según Mannaert, el mercado de transferencias del fútbol funciona como “un mecanismo de solidaridad”, en el que se transfiere el dinero que generan las competencias más populares —y en particular la abrumadora riqueza disponible de los clubes ingleses— al resto del juego.

“Todos somos parte de una cadena”, explicó Mannaert. “Ganamos dinero de las grandes ligas y los equipos en las ligas más pequeñas ganan dinero de nosotros”. Cuando el dinero deja de fluir, cuando se rompe la cadena, el efecto forma olas desde Inglaterra hasta Bélgica y luego hasta cada rincón del mundo.

“La gente dice que se detengan las transferencias, que las cantidades de dinero son obscenas, pero es una fuente muy importante de ingresos para los equipos más pequeños”, mencionó Mannaert. “Es la única forma a través de la cual los clubes medianos pueden ganar más dinero para invertir en sus academias, en jugadores. Es una forma de solidaridad”.

Sin embargo, por ahora, el mercado de transferencias se ha congelado. Aparte de Alemania —país que, a pesar de sus ganas, aún no sabe a ciencia cierta cuándo reanudará actividades—, las principales ligas siguen ignorando cuándo podrían volver a jugar. Hasta que lo sepan —e incluso cuando lo sepan, pues depende de la fecha—, los equipos de todo el mundo deben estar conscientes de la posibilidad de que se seque el dinero de arriba.

Mannaert está confiado en que el Brujas podría resistir debido al lucrativo verano del año pasado. El Gent, también, insiste en que no se le debe considerar un lugar donde se pueden recoger sobras. Para David, el mercado todavía no colapsa por completo: aunque, en circunstancias normales, Louwagie habría esperado que entre diez y quince clubes compitieran por su firma, ahora espera que sean tres o cuatro. El club mantiene la esperanza de tenerlo un año más.


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