Termina el hechizo del Cholo

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Termina el hechizo del Cholo

EFE- «Partido a partido». Esa fue la frase que definió el proyecto del «Cholo» Simeone y que cumple este año nueve temporadas. Corría por entonces la temporada 2013/14 y el Atlético de Madrid se encontraba ante la posibilidad de ganar su primera liga en dieciocho años. Una liga inesperada en un momento inesperado: justo en medio del dominio inmisericorde del Barcelona de Messi y el Real Madrid de Cristiano Ronaldo, con sus récords de goles por partido y sus cien puntos por temporada.

Partido a partido. Hay algo más que un eslogan publicitario en esa frase que esconde un sacrificio enorme. Solo pensar en el siguiente encuentro, jugarlo como si fuera el último, como si tuviera un premio por sí mismo. Nadie funciona así en el deporte profesional, donde todo son objetivos a medio y largo plazo por una cuestión de salud mental: los jugadores necesitan tomarse descansos, necesitan hacer sus cálculos, permitirse perezas y relajaciones. De lo contrario, explotan.

Y, sin embargo, ese Atleti no explotó. Se quedó a un minuto de descuento de hacer un doblete histórico en Lisboa y ganó la ansiada liga con un gol de Godín en un córner. Aquello se vivió como un éxito sin discusión porque no era otra cosa. Y a partir de aquel momento, saciada el hambre de la gloria, vengados los años en el infierno y las derrotas infames, el Atlético de Madrid se convirtió en un grande, un aspirante a todo, un equipo que, antes de cada temporada se asomaba a las competiciones con cara de ogro.

Así, el Atleti de Simeone se plantó en la final de Champions de 2016, que perdió por penaltis, y remontó incontables partidos en la temporada 2020/21 para ganar su segunda liga en siete años, algo que no sucedía desde la década de los setenta, con Luis Aragonés como capitán. Ese verano, el club fichó a Rodrigo de Paul, mantuvo la plantilla prácticamente intacta, se reforzó en el último momento con la cesión de Antoine Griezmann y todo el mundo coincidió: aquella era la mejor plantilla de su historia. El título volvía a estar a su alcance.

Solo que no era verdad. Cuando compites año tras año con Barcelona y Real Madrid, dos transatlánticos que rara vez se hunden a un mismo tiempo, necesitas muchas cosas a la vez para ganarles: de entrada, una plantilla amplia y de gran calidad, algo que el Atlético no tiene; aparte, una motivación que roce lo obsesivo, una vuelta a ese «partido por partido» que fije en la memoria cada detalle de cada rival. Por último, mucha hambre, un hambre a lo Luis Suárez saliendo del Barcelona por la puerta de atrás. Ah, y un poquito de suerte. Rivales que fallan penaltis en el último minuto, delanteros que se sacan goles de la nada en partidos espantosos.

Por definición, eso pasa una vez cada mucho tiempo. Uno no puede vivir siempre el mejor momento de su vida. El Atlético de Madrid está ahora mismo en una situación complicada en la que no tiene plantilla para ganar, aunque le dé para resolver los partidos más sencillos, no tiene motivación para levantar trofeos porque sabe que eso es imposible, no tiene ese jugador diferencial al que le vaya la vida en cada disputa y, desde luego, no tiene suerte: ahora, los penaltis los fallan sus jugadores y son los delanteros contrarios los que meten goles con la entrepierna.

Ese abismo entre la expectativa y el resultado genera frustración en el aficionado y empuja al equipo a la desidia. Al mínimo esfuerzo mental. El Atlético de Madrid sabe que, jugando de maravilla y dándolo todo, quedará tercero en la liga; también sabe que, haciendo lo justo y desconectando groseramente, quedará tercero en la liga. En cuanto a Europa, estaremos de acuerdo en que no es lo mismo caer en cuartos de la Champions frente al City que marcharte a tu casa frente al Oporto en primera fase… pero el problema es el mismo: la exigencia de ganar algo que no puedes ganar de ninguna manera porque tu tiempo ha pasado.

¿Cómo se soluciona la apatía? Es muy complicado. En un equipo normal, cambiando al entrenador, pero este Atlético de Madrid no es un equipo normal. Igual que los jugadores saben que la desidia, con Simeone, no les va a llevar más abajo del tercer puesto, la directiva sabe que el entusiasmo, sin Simeone, puede durar dos días y dejarles donde estaban antes de la llegada del argentino: en el triunfo puntual y el fracaso casi rutinario. Habrá quien piense que, si se quita esa carta, el castillo entero caerá… y no le falta razón. Después de once años con un mismo entrenador, el vértigo es comprensible.

Ahora bien, algo habrá que hacer. Algo como volver a ilusionarse. Frente a lo que decían muchos de sus seguidores, a mí la Europa League de este año, con todos esos rivales de entidad, me parecía una buena manera de empezar algo nuevo, pero ya no va a ser posible. ¿Qué queda entonces? ¿Otra vez el tercer puesto en la liga? Sabrá a poco, eso está claro. El Atleti tiene que buscar la manera de divertirse de nuevo, de disfrutar. Dejar la desidia y la comodidad a un lado e intentar algo nuevo. El problema es que «algo nuevo» igual cuesta la clasificación para la Champions y eso, en un club en el que la venta es un rumor constante, supone un riesgo altísimo. Tal vez los jugadores han estado demasiado protegidos por la figura todopoderosa del entrenador y esta sea su hora de reivindicarse. En sus manos está demostrar que hay algo más que táctica y estrategia. Corazón, por ejemplo. Volver al partido a partido, que decía este lunes, Simeone. Eso le bastaría, probablemente, al aficionado.

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