Sospecho que Canelo se ha ganado el respeto de cada uno de los escépticos que aún ponían en dudas sus cualidades para ser considerado uno de los grandes medios de esta época. El combate fue una exhibición de técnica, un derroche de inteligencia ante un rival incómodo como Callum Smith, al que neutralizó de principio a fin, aun siendo este un boxeador invicto (hasta anoche) que le supera notablemente en estatura y alcance. El mexicano asumió este enfrentamiento de alto riesgo con la valentía característica de los pugilistas aztecas. Canelo salió de la zona de confort que lo mantenía bajo el dominio de Oscar de la Hoya y la empresa DAZN. Rompió un contrato que le garantizaba 350 millones de dólares, para recuperar su libertad y poder escoger rivales de mayor exigencia y engrandecer su legado como boxeador. Las 168 libras es un peso difícil, propio de boxeadores altos, fuertes y ágiles. Eso no atemorizó a Canelo. Lo admito: fui de esos escépticos que le negaban a Canelo el ascenso a ese peldaño que ahora lo coloca al lado de los grandes de la historia. Su boxeo me hizo rendir.