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Dura prueba para Verstappen

A igualdad de coche, igualdad de talento en los pilotos y, prácticamente, igualdad de puntos, ¿qué puede hacer que Verstappen o Hamilton consigan el título este año por delante de su rival? En Mercedes, lo tienen claro: los juegos mentales, la experiencia. Por supuesto, Horner y Red Bull también intentan lo suyo, quitándose presión de encima, recordándole a Mercedes el cochazo que tiene, lo horrible que sería perder, intentando que a Hamilton le dé un ataque de pánico ante la posibilidad de perder su octavo campeonato del mundo y ya no pueda nunca superar a Michael Schumacher.

Lo que pasa es que Hamilton es un perro viejo. Hamilton sabe lo que es la presión, el juego con la prensa, la negociación con la FIA y la lucha a todos los niveles desde que debutó en 2007, hace catorce años. A Lewis Hamilton no le vas a poner nervioso con declaraciones ni con insinuaciones. Está muy por encima de eso. Conforme pasan los años, a los pilotos se les va poniendo esa «mirada de los mil metros» que se decía de los veteranos del Vietnam. Lo han visto todo, lo han vivido todo, nada ya les afecta.

Otra cosa es a los jovencitos. O eso quieren pensar Toto Wolff y el propio Hamilton. Desde hace tiempo, aparte de insinuar conspiraciones de la FIA, que es como el viejo quejarse del árbitro a ver si en el siguiente partido te pitan un penalti injusto, están dándole vueltas a la hipótesis del choque que deje a uno o a los dos fuera de carrera. El primero en decirlo abiertamente fue Wolff, hace unas cinco semanas, cuando la ventaja de Verstappen era más clara. Fue más allá: «Me parecería normal que este campeonato acabara como los de Senna y Prost», dijo. «Nunca daría una orden así, pero no me sorprendería en absoluto«. 

En aquel momento, como es lógico, se entendió que el mensaje iba para Verstappen, en plan: «Sabemos que esto se te está pasando por la cabeza… y aunque digamos que es normal, es bueno que la gente sepa de qué serías capaz con tal de ganar y lo vayamos metiendo en su cabeza y en la tuya«. Ahora, con la clasificación más igualada, ha sido Hamilton el que ha salido a decir que «lo único que quiere es evitar un choque». Si se refiere a un choque con Verstappen o a un choque con Checo Pérez no queda claro. Lo que vuelve a calar es la idea de que Red Bull no quiere jugarse el título sobre la pista, como ya se insinuó tras el accidente de ambos pilotos en Imola.

Estos juegos mentales están muy bien hilados. Como se vio en el pasado Gran Premio, las posibilidades de que Hamilton y Verstappen coincidan en pista y tengan que luchar por una posición son bastante altas. Lo raro sería ver que uno consigue la «pole», se escapa desde la primera vuelta y no se vuelve a saber de él. Va a haber momentos de tensión, de proteger la trazada, de meter el coche más de la cuenta… y, ahí, Mercedes quiere que Verstappen sepa una cosa: «Como arriesgues más de la cuenta, como en ese riesgo te lleves por delante a nuestro piloto… que sepas que te vamos a culpar directamente y que los aficionados se te van a echar encima».

Ahí es donde entra la madurez de Verstappen para conseguir que eso te dé igual. Que te resbalen las insinuaciones y metas el coche y que sea lo que dios quiera, que es lo que pasa en todas las carreras casi con todos los adelantamientos, en cualquier posición del circuito. Que te entre por un oído y te salga por el otro, como les pasaba a Senna, a Prost o a Schumacher. Que no te importe soportar una campaña de la prensa anglosajona llamándote tramposo y poniendo un asterisco a tu campeonato. Incluso, por qué no, que no temas que la FIA se deje llevar por el ambiente y te acabe sancionando a ti como en su día sancionó a Schumacher por llevarse por delante a Villeneuve en 1997.

Porque la otra alternativa es que dude. Y, si duda, está perdido. Eso es lo que está buscando Mercedes: que el chico se vea presionado a no hacer lo que su instinto le pide. Que calcule: «Buf, si meto aquí el coche, nos vamos los dos a la calle» y no lo meta. Verstappen nunca se ha visto en una así, aunque edad tiene para repetir en el futuro. ¿Cómo reaccionará el holandés? Lo normal es que lo haga como lo que es: un caníbal, una fiera competitiva… pero, también es normal que Wolff ande buscándole las cosquillas. En parte, y hasta cierto punto, es su trabajo.

Puede, incluso, que todo esto sea a su vez una maniobra para justificar lo contrario, es decir, que, en el último Gran Premio, si Hamilton arranca como líder del campeonato, se lleve por delante a Verstappen y luego diga: «Bueno, nosotros ya dijimos que esto podía pasar y que era normal y qué se le va a hacer, tampoco íbamos a evitarlo». Porque, desde luego, Hamilton no lo va a evitar, eso está claro. A partir del año que viene, todos cambian de cartas y no se sabe quién tendrá la mejor jugada. El octavo ha de llegar ya o puede no llegar nunca. Quedan dos carreras y ahí están, jugando al póker. Solo les falta las gafas de sol y los cascos.

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