Rafa Nadal afrontaba su participación en este atípico Roland Garros otoñal con preocupación por una condiciones de frío, humedad y lluvia que consideraba “extremas“, por las nuevas bolas Wilson según él pesadas “como piedras” y por su escasa preparación sobre tierra batida, con apenas tres partidos jugados en Roma. Pero este lunes, las nubes se abrieron y un rayo de sol alcanzó una parte de la Philippe Chatrier para aportar calor al debut del 12 veces campeón en París. La temperatura se tornó aceptable, sobre los 15 grados, y no hubo que recurrir al nuevo techo retráctil de la pista central del Grand Slam francés. Con esas relativas bondades, el balear solventó con comodidad y buenas sensaciones su primer partido en el campeonato ante un Egor Gerasimov poco ducho sobre arcilla que no le puso demasiados problemas: 6-4, 6-4 y 6-2 en 2h:05.
“Buen inicio”, dijo Rafa, con cierto alivio y media sonrisa después de pasar a la segunda ronda, donde se encontrará con el estadounidense Mackenzie McDonald, que ganó al canadiense Diez por 4-6, 6-3, 6-4 y 6-4. Otro rival propicio para coger aún más ritmo e intentar afrontar mayores retos.
Esta vez, al contrario de lo que sucedió en el Foro Itálico cuando perdió hace unos días contra Schwartzman, el saque le funcionó a Nadal. Entre los dos primeros sets sólo perdió ocho puntos al servicio (ganó un 82% con primeros) y eso le permitió entrar a menudo con el drive y dominar el juego. En cuanto a las famosas pelotas, es cierto que de entrada le costó impactar en ellas con la fuerza suficiente para atacar con más profundidad y acabar los puntos con mayor rapidez, pero les cogió el aire poco a poco, y al final le dio para colocar 32 golpes ganadores. Además, minimizó los errores no forzados (20). Por poner algún pero, cedió cinco tantos en sus subidas a la red. Peccata minuta.