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O Rei Pelé

Nació y fue llamado Edson, como el de los bombillos. Luego fue Dico durante su niñez en la década de los cuarenta en donde comenzó a dar las primeras muestras de sus facultades para jugar fútbol. Fue creciendo sin parar de mejorar como jugador en desarrollo cuando algunos amigos comenzaron a llamarle Pelé, porque así sonaba la pronunciación con su acento mineiro de un portero llamado Bilé al que siempre admiró y nombró con frecuencia. Creció en la indigencia, un escalón más abajo de la pobreza. Fue limpiabotas para ayudar en el sustento de la casa, pero mientras no aparecían zapatos que limpiar, pateaba todo lo que encontraba en su camino y así fue construyéndose el jugador que borró de las memorias brasileños la tragedia del Maracanazo de 1950. La vida de Pelé no fue fácil. De la cuna a la tumba conoció y disfrutó los placeres que otorgan el éxito y el poder, pero también tuvo estiércoles privados y públicos que no necesitan ser recordados ahora. El hombre gol. Campeón del mundo prematuro a la edad de 17 años, más de mil goles, tres Copas del Mundo. Pelé fue declarado intocable en Brasil, inamovible, total blindaje ante los clubes más poderosos de Europa que siempre lo pretendieron. ‘Creció en el Santos, y en el Santos se queda’, decían los cabecillas de la dictadura militar que a fuego y terror gobernaba aquel decadente Brasil. Desató tanta pasión que provocó treguas de guerras solo para verlo jugar durante un Mundial. En el terreno era rápido, no importaba el territorio por donde fluían sus movimientos. Corría e iba dejando atrás frustrados defensores incapaces de detener a una gacela disfrazada de futbolista que dibujaba telarañas con sus movimientos de piernas que parecían desordenados. Quizás el mejor cabeceador de la historia del fútbol gracias a un salto tan vertical como preciso que hacía ver pequeños a los centrales defensores. Estériles resultan las odiosas comparaciones entre él, Maradona y Messi. Épocas distintas con sistemas disímiles que hacen de ese debate una guerra retórica de líneas paralelas que jamás se cruzarán. Lo incuestionable en torno a Pelé fue su trascendencia en el tiempo, el antes y el después de su presencia en los Mundiales, su inagotable esfuerzo por la expansión de este deporte que él convirtió en pasión mundial, sus intentos por llevar el fútbol a mercados remotos y difíciles, más allá de sus vínculos con la cuestionada FIFA de su amigo Joao Havelange. Pelé en el fútbol está por encima del bien y del mal.

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