Roglic repite en la Vuelta

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Roglic repite en la Vuelta

Primoz Roglic ha ganado una Vuelta sitiada por la pandemia, una carrera que se ha vivido día a día sin saber lo que podía pasar a la mañana siguiente y que ha tenido que cambiar salidas y llegadas intentando hacer poco ruido, casi adoptando una especie de perfil bajo, para driblar al covid-19 y molestar lo menos posible a ciudades confinadas y territorios cerrados perimetralmente. Pero lo que a veces parecía un imposible, casi como si fuera un milagro, se ha producido este domingo en Madrid con una Vuelta que se ha podido terminar para mayor gloria de un ciclista esloveno tan completo como calculador, ambicioso como el que más y que ha ganado la prueba por segundo año consecutivo.

Dijo Alberto Contador tras conquistar el Tour del 2009 que había tenido que ganar dos carreras, una en la carretera y otra en el hotel por la presencia en su equipo de un Lance Armstrong, que también quería la victoria, y al que nunca le dio la bienvenida el ciclista madrileño. A Roglic le ha pasado igual. En la carretera ha peleado contra Richard Carapaz y un británico, Hugh Carthy, que quiso jugar a dar la sorpresa y seguir los pasos de Tadej Pogacar en el Tour y Tao Geoghegan Hart en el Giro. Y allí salió victorioso. Y fuera de ella, como el resto de integrantes de la caravana de la prueba, ha tenido que estar pendiente de la evolución de la pandemia y hasta de ajustar la táctica al tenerse que suspender la etapa clave del Tourmalet y ser cambiada por el Formigal, que lejos de parecerse ni un gramo a la gran cima francesa, fue al final la jornada donde más sufrió y donde perdió el jersey rojo que quería llevar de principio a fin en favor

“Llegar a Madrid ya ha sido un gran logro pues ha significado que todo ha funcionado bien, pues el planeta está en una situación que no es la mejor. Pero aún así, hemos podido correr”, palabra de un Roglic que se ganó el derecho a encabezar el podio de la Vuelta, entre el silencio de Madrid, donde el corredor Pascal Ackermann ganó la última etapa de la prueba.

Fue una batalla que ya comenzó en las montañas vascas el primer día, en una subida a Arrate cerrada al público y con lluvia. Un combate que continuó sin público en todos los escenarios y en cuestas tan duras, casi salvajes, como el Angliru, más triste que nunca en una Asturias que al día siguiente de irse la Vuelta cerró toda la hostelería, como se repitió en Galicia y luego en Castilla y León. En Salamanca, aunque de eso no se percatase Roglic en el encierro de su habitación, se tuvieron que preparar cáterings para miembros de la carrera, en una ciudad con todos los bares y restaurantes, incluidos los de los hoteles, cerrados a cal y canto.

Fue la única de las tres carreras que no presentó un solo positivo por covid-19 (de los otros afortunadamente ya ni se habla) desde el momento en el que empezaron a girar las ruedas de las bicis. Pero, así fue, porque se creo una burbuja tan hermética que obligó a los ciclistas a vivir una vida monacal, sin poder ni salir siquiera a la puerta de los hoteles y, ni mucho menos, recibir la visita de amigos y familiares en las dos jornadas de descanso.

Fue también una Vuelta que se resolvió con menos de un minuto de diferencia (Carapaz, a 24 segundos), tal como sucedió primero en el Tour (Pogacar ganó a Roglic por 59 segundos) y luego en el Giro (triunfo de Geoghegan Hart sobre Jai Hindley por 39 segundos). “De ganar en París habría venido aquí con la misma ambición. Soy muy competitivo y por eso, cuando ocurrió lo del Tour, me dije que había que pasar página y aceptar la derrota”, según la clara explicación de un ciclista que jamás se da por vencido, que olvidó enseguida el mazazo de Pogacar en la Planche des Belles Filles y que el año que viene, coronavirus mediante y en las fechas habituales –Giro, en mayo, Tour, en julio, y Vuelta, en agosto–, ojalá que con vacuna, tendrá a Roglic como favorito en las dos de las tres carreras que decida participar.

Y fue una temporada exprés (de agosto a noviembre) en la que el ciclismo español se ha tenido que conformar con las victorias de etapa de Marc Soler y de Ion Izagirre en la Vuelta, el cuarto puesto de Mikel Landa (incomprensiblemente baja de la ronda española) en el Tour y las quintas plazas de Enric Mas en Tour y Vuelta (mejor joven), carreras que por equipos ganó el Movistar, sobre todo muy activo en la ronda española, incluidos los dos últimos kilómetros de la Covatilla.

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