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Nole y su causa perdida

Octubre de 2021 fue el peor mes para Serbia en términos de casos diagnosticados de coronavirus… y, al contrario que muchos otros países, noviembre fue a su vez el mes que más muertos por Covid-19 se vieron en el país balcánico. En torno a 1.800 personas murieron el pasado mes por culpa de este virus, una cifra especialmente llamativa en un país de ocho millones y medio, una población ligeramente superior a la de Cataluña. Para hacerse una idea, es como si en España hubieran muerto 9.000 personas en un mes. Cifras que nos remiten a las olas de primavera de 2020 e invierno de 2021. Es decir, cuando no había vacunas.

Y es que es imposible no relacionar este triste récord de fallecidos de Serbia con el hecho de que solo el 45% de sus ciudadanos esté vacunado. Si quitamos menores de doce años, aproximadamente la mitad de los serbios se niegan a vacunarse… y justo en ese clima de enfermedad, muerte y rechazo a la cura porque «vete a saber», Novak Djokovic, el gran ídolo serbio, y su familia, se han dedicado a cuestionar abiertamente la vacunación. ¿Por qué motivos? Lo desconocemos. Lo que sorprende de toda esta campaña de Djokovic, estas declaraciones de «a mi hijo le están chantajeando» de su padre, etcétera, es la vacuidad de la misma: Mientras decía todo eso, Djokovic estaba buscando la manera de participar en el juego con tal de no perderse el Open de Australia.

Cada uno puede tener su opinión respecto a las vacunas contra el coronavirus y la mía desde luego es muy clara al respecto, pero puedo respetar las contrarias: puedo respetar al que, por lo que sea, tiene miedo a pincharse o al que cree que el virus lo puede tratar de otra manera, lo que suele llevar al hospital, la UCI y la muerte. Bueno, es gente que es fiel a unas creencias y, en ese sentido, al menos entiendo la virulencia o la dedicación con las que las defienden. Pero, ¿un tipo que acepta las reglas para poder jugar el Open de Australia, que algunos dicen que lleva vacunado desde verano, cuando estuvo en Nueva York, y que luego traslada a los demás mensajes de ambigüedad? Eso es mucho más cuestionable.

Insisto en que Djokovic o su padre o el gurú que le acompañe ahora tienen todo el derecho a decir: «A nosotros no nos la cuelan y en un asunto de tamaña importancia, vamos a dar ejemplo». Que lo digan. Claramente. Por supuesto, en ese caso, se les mostraría la gráfica de fallecidos de su propio país y ya que ellos vieran por sí mismos, pero tendría sentido, sería consecuente con una creencia. Aquí es que no hay ni eso, aquí es todo gratis, todo barato, un empeñarse en liderar no se sabe el qué. Ya sabemos que muchos jóvenes se sienten indestructibles ante la Covid-19 y que les parece que vacunarse es una pérdida de tiempo. Se ve que a Djokovic también… pero tampoco se atreve a declararlo abiertamente. Y si al final te acabas vacunando porque no queda otra, ¿qué haces mandando esos mensajes en público?

Hay una necesidad en Djokovic de ser especial. Insisto en que no es nada nuevo en jóvenes multimillonarios de éxito en todo el planeta. Lo raro de esta gente es que te salga normal. Djokovic necesita llevar la contraria a todo el mundo, necesita ser «el malo», o, más bien, necesita ser Ignatius J. Riley en medio de una conspiración de necios contra su augusta persona. Llevan meses preguntándole si se ha vacunado y el tipo diciendo todo el rato que eso no se puede decir y que no sabe si va a jugar el Open de Australia o no… y, de repente, aparece en la «entry list», es decir, nos enteramos por terceros de que su intención sí es jugarlo, que ya no hay chantajes ni historias. Si lo va a hacer vacunado, con una exención médica o simplemente es un intento de mover el árbol a ver qué cae, lo mínimo sería que nos enteráramos por él mismo o su entorno. 

Porque, al fin y al cabo, si la vacuna le parece segura y su imposición, beneficiosa, adelante. Si no se lo parece, ¿de verdad va a defender una causa para luego bajarse del autobús no sea que Nadal le adelante en Grand Slams ganando Roland Garros otra vez? ¿Eso es lo que valen los principios de Djokovic? De momento, el serbio está apuntado a los dos grandes eventos australianos: ATP Cup en Sydney y Open en Melbourne: si Djokovic hubiera dicho a Tennis Australia que no piensa ir, no le pondrían en una «entry list» como no han puesto, por ejemplo, a Roger Federer. Si se va a currar una exención terapéutica para evitar la vacuna, que no le pase como a Andrew Wiggins, de los Warriors, que casi se inventa una religión, todo para nada.

Por quedarse con algo positivo de todo esto, a ver si Djokovic va a Australia y da un excelente espectáculo deportivo… y, sobre todo, a ver si se acaba vacunando y en su país, una vez que vean que sigue compitiendo como siempre, esa mitad de serbios que no quiere ver la aguja ni pintura se anima y se protege y evitamos otros mil y pico muertos más por mes. O al menos se dan cuenta de lo caprichoso de todo esto y de cómo un título más cambia todo un discurso, o, más bien, lo deja en tierra de nadie: para los que defendemos las vacunas, Djokovic ha hecho un papelón; si se confirma que en enero estará jugando en Melbourne, lo habrá hecho también para el bando contrario.

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