Vogel puede ser despedido por Lakers

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Vogel puede ser despedido por Lakers

Frank Vogel tiene 48 años. Y es un entrenador campeón de la NBA. Eso ya va en su currículum, uno que incluye la construcción de unos Pacers de hierro (los de Paul George, David West, Roy Hibbert…) que aspiraron al título y que convertían en una visita al dentista cada paso de los Heat del big-three (LeBron, con el que luego ha compartido bando, al frente) a Indiana. Vogel levantó de la nada el primer proyecto LeBron-Anthony Davis, justo después del no de Kawhi Leonard que dejó, en teoría, la rotación del equipo tiritando. Ganó el anillo de la burbuja y convirtió a los Lakers en una máquina del infierno en defensa. Demonios, sus Lakers empezaron la siguiente temporada como un tiro: 21-6 el 12 de febrero. Todavía no se han cumplido diez meses. Vogel dirigió al Oeste en el improvisado All-Star Game de pandemia y todo iba sobre ruedas.

Después llegaron las lesiones, los problemas, la reconfiguración por tercer curso seguido de la plantilla y una renovación confusa, de perfil muy bajo para un entrenador que acaba de ser campeón y mensaje muy opaco por parte de los Lakers. Con varias lecturas. Y cuando un asunto así tiene varias lecturas, es que seguramente la correcta sea la mala. Vogel firmó por tres años, hasta el verano de 2022. Y cuando Jeanie Buss tuvo la oportunidad de hacer una demostración de confianza, un voto por la estabilidad y un gesto de gracia tras esa extenuante temporada pasada en la que todo el mundo estaba agotado y todo el mundo se lesionó, le dio a Vogel una extensión… de un año. Solo hasta 2023. Y sin fanfarrias ni grandes escenificaciones. Para muchos de los que llevan tiempos en los barracones de la NBA, el verdadero mensaje era estruendoso.

La temporada 2021-22 ha empezado, otra vez, con muchas lesiones. Todavía no sabemos cómo serían, no al 100%, los Lakers que imaginó Rob Pelinka, con más talento en ataque pero sin apenas especialistas defensivos. Y fiados al año 19 de LeBron James, que cumple 37 en unos días. El gran solucionador de problemas, tal vez el mayor de la historia de la Liga, tenía que lidiar con su pelea contra el padre tiempo y la integración de Russell Westbrook, un asunto de por sí delicadísimo y en el que LeBron se ha visto envuelto, no hay que olvidarlo, por su propio deseo. Él pidió ese movimiento cuando los Lakers tanteaban otros (DeMar DeRozan, Buddy Hield…).

El reto era demasiado arriesgado, no digamos con un entrenador que llega sin ninguna sensación de respaldo por parte de la franquicia menos de un año y medio después de ser lograr un anillo que llevó un excepcional trabajo táctico en su génesis. Desde entonces, desde que se proclamaron campeones en Florida, los Lakers han intentado incluir talento para apuntalar una fórmula ganadora: LeBron, Davis y un lote de tremendos especialistas defensivos… que demasiadas veces ayudaban muy poco en ataque. Más tiro, más generación de juego sin necesidad de crucificar a LeBron con cargas extremas de responsabilidad, más puntos para la segunda unidad… Los Lakers no solo no han dado con ello sino que, en esa búsqueda, se pasaron de rosca y acabaron dejando a la rotación sin los jugadores que hacían funcionar las mazmorras defensivas de Vogel (un primor cuando funcionan): Danny Green, Alex Caruso, Kentavious Caldwell-Pope, Wesley Matthews, interiores que daban roles en Florida como JaVale McGee y Markieff Morris…

Total: los Lakers le quitaron los defensores a un entrenador defensivo y le dejaron con un roster con posibilidades y talento pero extraño, desequilibrado y con la necesidad de ajustar a una tercera estrella, un asunto delicado en cualquier caso, llamada, además, Russell Westbrook. Y no ficharon a ningún asistente con capacidad de hacer de coordinador ofensivo, al estilo NFL, cuando el mercado ofrecía alternativas como Terry Stotts y con Jason Kidd ya en Dallas. Más: con una extensión de solo un año y que pareció firmada a regañadientes, la situación de Vogel parecía extremadamente débil. Siempre lo ha parecido. Menos de un año y medio después de ser campeón, solo unos meses después de ser entrenador all-star.

Vogel hace rotaciones extrañas, es testarudo en sus ideas y no da ninguna sensación de maximizar las opciones en ataque de un equipo que juega horriblemente mal, pasa tramos de muchos minutos sin producir y encaja parciales bochornosos que en los que pierde de vista al rival o deja escapar ventajas que ha amasado, cuando lo hace. Y, a cambio, la defensa que había sido temible en las dos temporadas anteriores ha desaparecido. Sin aleros altos fuertes, sin el músculo que se metía por dentro y, sobre todo, sin especialistas como perros de presa por fuera, un asunto esencial. Esos roles de defensor POA (point of attack) en los que resultaban esenciales Caruso y Caldwell-Pope. Los Lakers no defienden, no cierran el rebote y son erráticos y demasiado fiados al talento en ataque. ¿Qué es eso? Un mal equipo. ¿Cómo juegan? Como un mal equipo. ¿Qué resultados están logrando? Los de un mal equipo. Con muchas lesiones, sí, pero también con un calendario absolutamente dulce en este primer (y horrendo) tramo de temporada.

El problema no es tanto que siga o no Vogel, con todo lo que implica despedir a un entrenador de forma tan prematura, y más a uno que te hizo campeón casi antes de ayer, como que no hay plan. La salida de Vogel podría estar justificada si se pensara que hay una forma mejor de hacer las cosas, que se erró en verano pero se puede corregir a tiempo. No: esto huele más a sálvese quien pueda, a lanzar los dados, a buscar culpables. En ese sentido, lo normal es que si cae Vogel ascienda David Fizdale, un entrenador que había desaparecido de la NBA tras una espantosa experiencia como head coach en Grizzlies y Knicks. Con un carácter complicado y sin más bagaje que haber sido asistente de Spoelstra en los Heat de LeBron. Y con la sospecha, a priori, de que no es un táctico superior en ataque pero sí es mucho peor en defensa de un Vogel que, conviene recordarlo ahora, tampoco era la primera opción cuando llegó, en 2019. Monty Williams, Tyronn Lue… Todo eso flota en el ambiente, una neblina apenas disipada por, nada menos, un anillo de campeón. Y todo eso hace que, tras la derrota caricaturesca contra los Kings, pueda haber noticias pronto. Para Vogel, para Fizdale (todavía asistente, claro) y para unos Lakers en los que el porvenir parece negro. Absolutamente negro. Vogel no es el culpable de todo, Vogel no se ha hecho ningún favor y está cometiendo muchos errores. Fizdale parece cualquier cosa menos una solución óptima. Tres afirmaciones que, todas juntas, asustan mucho y arreglan poco. Así están las cosas.

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