Lo nunca visto: un Mundial en seis países

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Lo nunca visto: un Mundial en seis países

La FIFA ha decidido cerrar el círculo que se abrió en 1930, con la primera Copa del Mundo de la historia. Ese legendario campeonato se celebró en Uruguay, país que volverá a albergar la magna justa, junto a Argentina y Paraguay, en el Mundial 2030. Al menos los partidos de inauguración, tal y como ha anunciado el propio organismo.

Será un homenaje especial para Sudamérica y una forma de repartir la organización en tres diferentes continentes. Porque la mayor parte del peso del Mundial 2030 caerá en otros tres organizadores: España, Portugal y Marruecos. Será un hito. Seis países anfitriones (aunque tres de ellos sólo por un partido) y tres continentes. Y, desde luego, hay que recordar que para entonces el formato de 48 selecciones vivirá su segunda edición —una vez que haga su debut en Norteamérica 2026—.

Esta vez la asignación de la sede careció de la atención exacerbada que suele acompañarle. Quizá mucho tuvo que ver la renuncia anticipada de Arabia Saudita, que así abrió el mar para la ejecución del plan actual de la FIFA. Y tampoco se puede pecar de ingenuidad. Ellos están conscientes de que al hacer un Mundial en seis sedes también generarán mayores ingresos. Ya en 2026 serán tres países por primera vez y el gran salto llegará en siete años.

En la Eurocopa 2021 se vivió algo similar, con las sedes repartidas en diversas ciudades de Europa. Ahora la FIFA replica ese formato, no tan expansivamente, pero lo suficiente para vender la idea de una sede global. Después de los escándalos de corrupción que envolvieron las asignaciones de Rusia y Qatar, y de los altos costos sociales que tuvieron Brasil y Sudáfrica, la decisión apela a una sensatez que no abunda en el futbol y menos en la FIFA, donde más bien se privilegian las decisiones impulsivas o convenencieras.

La gran duda respecto al bloque sudamericano tenía que ver con sus capacidades económicas de albergar un torneo tan caro —Qatar gastó un aproximado de 220 mil millones de dólares—, porque está claro que en Argentina, Uruguay y Paraguay hay muchas prioridades antes que organizar un Mundial. Pero tampoco podía olvidarse la historia. En Uruguay se abrió el telón y era una obligación moral honrar ese mito en el centésimo aniversario —compartirlo con Argentina y Paraguay puede no gustarles tanto, pero así fue el plan original para 2030, y ni modo—. Tiene un toque sentimental y evocativo, aunque la decisión peque de impopular, sobre todo, en Sudamérica.

De hecho, el bloque inicial contemplaba también a Chile. Debían ser cuatro países para albergar un Mundial. No era viable. Tampoco lo era para México en 2026 y por eso debió conformarse con recibir, al menos, 13 partidos del Mundial. La mayor carga será para Estados Unidos y Canadá. La FIFA trató de conciliar, aunque no guste. Y es extraño que haya tantas quejas, porque cuando un solo país alberga el Mundial, y después tiene problemas económicos, ahí relucen los golpes de pecho de quienes culpan al negocio del futbol por provocar el desastre.

Que sí, que la FIFA está repleta de prácticas cuestionables, de hipocresía y frivolidad. Pero aquí no hay mucho que criticar. No todo puede ser malo porque sí. Si no se hubiera dado nada a Sudamérica, dirían entonces que «al menos» les hubieran dado la inauguración. Si todo se hubiera dado a Sudamérica, dirían que no pueden cargarle un peso tan grande a países con economías poco confiables. Nadie iba a salir satisfecho. Pero ya se hizo y fue la decisión más sensata, aunque parezca una locura.

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