Hay que ser realistas con Nadal

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Hay que ser realistas con Nadal

RAUL BRETON- Un baño de realidad. De Miñaur despertó a Nadal de su enésimo sueño tras dictarle el camino a seguir que no es otro más que el adiós definitivo. El australiano, un eterno clase media del circuito, pero dueño de unas de las más veloces piernas del tenis, puso en evidencia el estado actual de un Nadal vencido por el inexorable paso del tiempo y por las 23 lesiones que ha sufrido durante sus 23 años de carrera profesional. Estoy lejos de pretender escribir el epitafio de un jugador único y que ya es eterno. Nadal pertenece a esa exclusiva aristocracia histórica del tenis que posee rango de imperecedero. Pocos imaginaron que un jugador de sus características tuviera una carrera tan prolongada. Siempre puso pasión, corazón y garra por encima del talento y la estética, virtudes que lo condujeron a ser la leyenda que ya es, pero que también lo fueron mermaron físicamente, sometiéndolo en múltiples etapas a paradas obligatorias por lesiones severas ocasionadas por su juego tan apasionante como atropellante, de movimientos técnicamente inverosímiles en su brazo izquierdo y paradas bruscas que hacen sufrir extremidades inferiores. El tenis es un deporte cruel que siempre muestra la realidad de manera cruda. De aquel Nadal incombustible, hedonista e inclaudicable, queda poco. Carente de ritmo, lento en los movimientos laterales, perdiendo milésimas de segundo en su capacidad de reacción, torpe en la toma de decisiones y con tan solo tres mil revoluciones en su top spin, muy lejos de las cuatro mil 500 de sus mejores años, segunda la tecnología, son señales inequívocas de un declive evidente y esperado para un jugador persistente que ha extendido el triste episodio de decir adiós por el inmenso amor que siente por este juego. Para un deportista el anuncio de su partida definitiva tiene un significado importante porque siempre será el último recuerdo que quede. La primavera y la tierra han sido las grandes aliadas del mejor jugador de canchas blandas de la historia. El próximo Roland Garros tiene que ser el escenario ideal para su adiós, en un estadio como el Philippe-Chatrier que fue su centro de batallas que lo vio vencer en 14 oportunidades y que ya tiene que honrarlo con su nombre, sobre un polvo de ladrillo que él convirtió en su trinchera predilecta. Nadal, mucho antes de rendirse, ya era eterno.

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