Cuando México tiene compromisos amistosos en los Estados Unidos, en los estadios más lujosos del mundo, estos son abarrotados por los mexicanos migrantes. A cambio un combinado improvisado (aunque dirán que es para una rotación de ‘prueba’), partidos aburridos y si bien le va, la presencia de alguno de los jugadores ‘europeos’.

Como pareja tóxica, la relación entre aficionados y selección cambia continuamente. Si los cotejos del cuadro mexicano ofrecen poco, la rechifla en las butacas aparece. El director técnico de la selección es consciente de ello: “Jugamos partidos con la reprobación de la gente. Contra Ecuador no merecimos la reprobación, pero no nos tocó ganar”, comentó el estratega en rueda de prensa.

Pero en las Copas del Mundo todo cambia. Según la FIFA, para Qatar 2022, México se encuentra en el Top 5 de selecciones que más accesos han adquirido para los partidos del mundial. Por delante se encuentra el país anfitrión, seguido de Estados Unidos e Inglaterra.

Hay que recordar que en Rusia 2018, según un estudio de El Economista, México llevó a 44 mil aficionados a los partidos de Alemania, Corea, Suecia y Brasil. Mientras que en Brasil 2014 acudieron 33 mil personas y en Sudáfrica 2010 únicamente 15 mil. Cuatro años antes, en Alemania 2006, 20 mil mexicanos aterrizaron en tierras teutonas.

Para mala fortuna de los detractores de la selección y para buena suerte de la misma, la escuadra mexicana ha sacado resultados ‘positivos’ en las últimas competiciones mundialistas: Le ganó a Alemania en Rusia, le empató a Brasil en su casa y se impuso ante Francia en territorio sudafricano. Pero eso no es justificación para dar por perdidos cuatro años de proceso donde los perjudicados resultan ser los fanáticos.

Y para ser sinceros, los asistentes y acompañantes del Tri son la lealtad andando. Cada cuatro años la esperanza del quinto partido aparece como estela de luz. Aunque la histeria previa y las lamentaciones aparezcan en los meses previos.