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El Barcelona mantiene sueño por la Liga

Horas antes se había jugado el verdadero partido del fútbol actual, que enfrentó al City de Pep y al Liverpool de Klopp. Dos estilos definidos, dos escuelas prodigiosas, talento individual y de grupo, personalidad, ambición y mucho, mucho muchísimo dinero. Es el gran espectáculo de este momento. Si todavía alguien duda de la necesidad de la Superliga y de que los clubes puedan disponer del dinero que valen, tiene que ver una y otra vez hasta que lo entienda el City-Liverpool de ayer. Necesitamos tensión competitiva, optimizar los recursos económicos, tener a los mejores técnicos y jugadores, y volver a crear la expectación mundial que creaban los clásicos con Pep y Mou, Cristiano y Messi. Es el fútbol que nos merecemos, pero sobre todo, es el negocio que nos hace falta. Las dos únicas alternativas para el fútbol español y europeo son continuar engordando el poder de Tebas y Ceferin a costa de un Barcelona y un Madrid cada vez más pobres, deshilachados e irrelevantes, patéticamente igualados con los equipos menores; o bien dejar que la lógica empresarial potencie a los mejores y que el fútbol vuelva a ser importante, espectacular, digno de ser visto y de pagar para verlo, y esté así sostenido por un negocio realista que le dé continuidad, profundidad y le devuelva la gloria que una vez tuvo. No hay que darle muchas vueltas. El City-Liverpool de ayer, míralo en bucle. Y luego, como Josep Pla, hazte una sola pregunta: todo esto, ¿quién lo paga?

El Levante-Barça, con sólo poner juntos los dos nombres, ya cualquiera se da cuenta de que fue de mucha menos importancia. Partido correoso, de esa carne mala que cuando los niños la comen se les hace bola. Nunca hizo bola el wagyu. Será por algo y ese algo es exactamente lo que dice Florentino. Partido menor, innecesario, absurdo, deprimente para cualquiera que unas horas antes hubiera visto lo de Pep y Klopp. El Barça empezó fallón. Primero Alves, clamoroso, y luego Ter Stegen. Pero los jugadores del Levante eran demasiado lentos y malos para aprovecharlo. Xavi no sabía qué hacer y todo lo que a sus hombres se les ocurrió como respuesta al calentón inicial de los locales fue calmar el partido, serenarlo, cocerlo a fuego lento. Cuando a la falta de calidad y de imaginación le sumas la lentitud, que tan fácilmente se confunde con la desidia, el aburrimiento es total. Este es el fútbol de Ceferin y de Tebas, este es el fútbol que te queda cuando igualas por abajo. Este es el fútbol de dos señores que ganan las elecciones con el voto masivo de los equipos pequeños, mediocres y que rebajan la calidad del espectáculo y por lo tanto su negocio. Por eso los grandes se tienen que crear su propia competición, con su dinero y sus derechos televisivos, y competir entre ellos. Por eso los grandes tienen que poner su valor y su precio al servicio del fútbol y no de dos caciques que quieren mantenerse en el poder por nada más que su arrogancia y su vanidad.

Sería injusto criticar a Xavi por no proponer ayer nada más bonito: seguramente, contra el Levante, no hay otro modo de jugar, no hay otro camino que el del emplearse obrero, opaco y sórdido. El drama no es que aburras y deprimas cuando juegas contra el Levante. El drama es tener que jugar contra el Levante. Sin embargo hay que decir que Morales en el 25 puso su punto de luz con una jugada magistral, como un Maradona o un Messi, sentando a Araujo que nunca es fácil, y sólo un roce milagroso de Ter Stegen evitó el gol. Sufría el Barça. Mucho más cerca el Levante del partido que quería. Pero los locales fallaban tanto, y desaprovechaban ocasiones tan clamorosas, que a la vez que era imposible discutirles la superioridad se hacía difícil pensar que no acabarían pagando tanto fallo con la cruel derrota. Lo poco, muy poco, que tenía el Barça se encargaba de fallarlo, como casi siempre, Ferran Torres. Con tremenda sensación de peñazo llegamos al descanso.

En la reanudación, Ferran continuó fallando pero el que falló más fue Alves, tomando un riesgo innecesario y cometiendo penalti sobre Son, que transformó Morales. Un segundo penalti, igualmente claro, de Eric García por mano, lo paró Ter Stegen. Y cuando más el Barça parecía regresado a sus tinieblas, salió Pedri para crear la jugada del empate -centro de Dembélé y gol de Aubameyang- y para adelantar al equipo. Roger falló el penalti en el 11, empató Aubameyang en el 21 y el líder absoluto y total del Barça, su nuevo Messi, marcó en el 23. Hay que consignar también los buenísimos minutos de Gavi. Pero el partido todavía tendría que recordar la negación para el fútbol que es Lenglet, que cometió un clarísimo penalti sobre Dani Gómez -empató Melero- y que el Barça de Pedri y de Xavi está marcado por un signo especial y en los momentos decisivos, en lugar de doblegarse, gana. Aunque no lo merezca. Justo lo contrario de Valverde y de Koeman. Luuk de Jong que acababa de salir, cabeceó la victoria en el descuento.

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