El mal momento de LeBron

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El mal momento de LeBron

LeBon James siempre ha sido un hombre que ha ido de la mano de la historia. En su aspecto deportivo y social, con un cuidado casi milimétrico de su cuerpo y de su imagen, la estrella ha luchado incansablemente contra el tiempo y el destino para conducir siempre por una dirección cuya carretera llega a lo más alto del Olimpo del baloncesto. Récords, distinciones individuales, actuaciones que parecían de un pasado muy lejano, anillos esperados, otros imposibles y muchos baches que supera con una capacidad innata para imponerse al mayor de todos ellos: la opinión pública, ese lugar en el que se ganan y se pierden las batallas que deciden las guerras; y que el alero ha volteado en más de 10 años en los que ha pasado de ser el deportista más odiado del planeta, a un jugador al que ya sólo se puede comparar con Michael Jordan y Kareem Abdul-Jabbar, Ahí está su sitio, en el pódium de una NBA que no espera a nadie, tampoco a un LeBron que está inmerso en la recta final de una carrera inabarcable e inacabable que da sus últimos coletazos en el peor plan de jubilación posible: un equipo a la deriva, una franquicia estructuralmente rota y cero posibilidades de conseguir un nuevo anillo con el que acallaría a los detractores que todavía, como toda gran leyenda que amenaza ese pasado que algunos añoraran para siempre, tiene.

El 2 de julio de 2018, LeBron James cambió el mercado más pequeño por el más grande. El trabajo estaba hecho y ya nadie le reprochó nada en Cleveland, lugar del que ya había salido en 2010 para fichar por los Heat en una decisión que le puso en el blanco de unos aficionados siempre dispuestos a criticarlo todo. Tras acabar con la tortura del no ganar, James volvió su casa: Ohio, más concretamente Akron. Y logró el anillo prometido en la misión más difícil a la que se ha enfrentado: un 3-1 abajo contra los Warriors del 73-9, dos de tres partidos en Oakland, incluido ese séptimo que ya forma parte de los anales de la historia. El tremendo esfuerzo para llevar a unos Cavaliers rotos a unas Finales inopinadas, en 2018, terminó de fraguar su leyenda, y el Rocket Mortgage FieldHouse le despidió con una ovación cerrada cuando abandonó la pista rumbo al banquillo. Saludó a los jugadores de los Warriors y puso rumbo al banquillo sabiendo que el trabajo estaba hecho, que cuatro Finales y un campeonato eran más que suficiente para reconciliarlo con su gente. Ahí, en ese punto, LeBron James podía tomar la decisión que quisiese. Nadie se lo iba a reprochar esta vez. Había cumplido su palabra.

Los Lakers son, en teoría, la última parada de una leyenda todavía en activo. Su llegada representó también el mayor (y casi único) acierto que tuvo Magic Johnson como directivo y otorgaba a los angelinos la nomenclatura de contender, una que no tenían desde los dos últimos anillos de Kobe Bryant y que jamás recuperaron tras la rotura del tendón de Aquiles de la Mamba Negra en 2013 y la retirada eternamente postergada que hizo efectiva en 2016. Luke Walton entrenaba a un equipo de jóvenes talentos que salieron en su mayoría rumbo a Nueva Orleans a cambio de Anthony Davis. También salió Walton, incapaz de ser algo más que un entrenador con carencias que no pudo levantar a un equipo que se vino abajo cuando LeBron se lesionó: 20-14 cuando esto ocurrió, 37-45 al final con 17 ausencias consecutivas del Rey, 27 en total. Con 34 años a sus espaldas, muchos minutos en sus piernas y demasiados golpes en sus hombros, la estrella demostró que no era inmortal, que el tiempo pasaba fuera incluso en la desigual pelea que mantenía con un LeBron empeñado en demostrar que envejecer no era una palabra que manejara en su vocabulario. Era un aviso de lo que estaba por venir o una situación que podía ser reconducida, esa era la duda entonces. Pero fue el preludio de la peor etapa de la carrera de un jugador que jamás fue parte de una crisis de resultados tan grande.

El anillo de 2020 parece hoy un accidente. Y, camino a 2023, LeBron está en un limbo que le sigue reportando mucho dinero, en el que sigue batiendo récords, pero sin que tenga la posibilidad de disfrutar de la posibilidad del anillo. Muy lejano queda por la mala gestión de los Lakers: Rob Pelinka, que sustituyó a Magic cuando este salió por la puerta de atrás, consiguió que llegara Anthony Davis y ganar con él y James el campeonato de la burbuja… pero nada más. Desde entonces, los desmanes han sido la tónica general de una franquicia endogámica, enquistada en el pasado, con demasiada palabrería barata y Jeannie Buss demasiado influenciada por la gente equivocada: un Magic que no se termina de ir, el eterno matrimonio Rambis y sus apariciones cada vez que van mal las cosas, o un Phil Jackson que sale para decir cosas que nadie entiende. La esencia de la defensa exterior que ganó el anillo (Alex Caruso, Kentavious Caldwell-Pope, Danny Green, un Avery Bradley que no estuvo en la burbuja pero sí el resto del año…) ha desaparecido, a Frank Vogel le echaron de la peor manera posible tras darle una plantilla con la que no se sentía cómodo, el fichaje de Russell Westbrook, auspiciado por el propio LeBron, ha sido un desmán absoluto por mucho que el base haya aceptado su rol de sexto hombre; mientras tanto, la ausencia de pívots del perfil del título (Dwight Howard, JaVale McGee…) obligan a Davis a jugar en una posición que no quiere ocupar de forma tan permanente, pero en la que ha sido verdaderamente efectivo hasta que se ha lesionado.

El ocaso dentro del desastre

Los Lakers tienen, en estos momentos, a un entrenador con ideas pero que se lía mucho con las rotaciones y a una plantilla, la que ellos han querido montar, incapaz de ser competitiva sea cual sea el sistema. La oportunidad veraniega de sacar a Westbrook y sus 47 millones de Los Ángeles no tuvo lugar porque la directiva no quiso poner a esa segunda primera ronda sobre la mesa, y quedó así un equipo sin especialistas, tiradores o poderío interior. Y, para redondear, la franquicia ha renovado a Rob Pelinka en su puesto, confiando en la continuidad de un modelo condenado al fracaso. LeBron ya habló de la carencia de tiro de tres nada más iniciar el curso y las filtraciones se han sucedido con apenas un puñado de partidos disputados: los jugadores no quieren desaprovechar el que puede ser el último año competitivo del Rey, y la propia estrella ya ha dejado caer, siempre a través de su entorno (una tónica muy típica en la NBA actual) que está descontento con la situación actual y que quiere algún movimiento inmediato que pueda hacer a los Lakers mínimamente competitivos. Recordemos: 3-10 en los primeros 13 partidos disputados (13-18 tras una ligera mejora), un ataque que va a tirones y el cuarto peor equipo en porcentaje de triples de toda la NBA y la cuarta peor defensa del Oeste

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