El reto era inusual para Lionel Messi. Debía convertir al Inter Miami en un equipo competitivo. Nunca había pasado por algo así en su carrera. Siempre estuvo en equipos que tenían todo para pelear por los primeros puestos. En Barcelona, Argentina y París fue de ese modo y él lo aceptó porque era el camino que debía seguir para llegar a la grandeza que le fue augurada desde los albores de su carrera. Hoy el tiempo dicta un camino diferente, pero para el que Messi ha demostrado estar más que listo. Faltaba más.

Tras ganar la Leagues Cup, de manera dramática en la final ante Nashville SC, el reto era afrontar las Semifinales de la US Open Cup. Aunque el paso liguero no ha sido bueno para el Inter, en la Copa Nacional estaban instalados en las semifinales desde antes de la llegada de Messi. Y ya con él a bordo, la obligación no podía ser otra: hacerse del título. El problema era que enfrente estaba el Cincinnati, uno de los mejores equipos de la MLS, actual líder de la Conferencia Este y dueño de un futbol sensacional.

Sus 51 puntos contrastan, de manera evidente, con los 18 que suma el Inter. Es decir, el partido enfrentaba al mejor equipo de la Conferencia contra el peor. Si este cotejo se hubiera dado hace dos meses, no habría duda de quién sería el favorito. Pero la llegada de Lionel Messi lo ha cambiado todo ya para el equipo rosinegro y ese proceso de transformación sigue en marcha. Nada queda de aquel conjunto distraído, sin ganas en algunos tramos de los partidos, que no sabía cómo manejar el balón y desatendía fácilmente las labores defensivas.

Ha sido un giro de 180 grados cortesía del campeón del mundo, del hombre récord que no necesitó más de cuatro semanas para ganar su primer título en los Estados Unidos. El partido fue dramático a más no poder. Y, de hecho, durante un largo tiempo pareció que el efecto Messi se esfumaba. Así lo hicieron ver los goles de Luciano Acosta y Brandon Vázquez que adelantaron a Cincinnati. Pero dos aliados vitales sacaron la cara, Campana —con una asistencia marciana de Messi— y Martínez. El empate forzó los tiempos extras, en donde otra vez hubo un desenlace heroico. Primero el gol de Campana para el 3-2 favorable a Miami y luego el empate final a cargo de Kubo.

En los penales, Inter Miami sacó a relucir la mística que ha adquirido desde el aterrizaje de Messi. Nadie dudó. Nadie tembló. Se sabían ganadores. Sus cinco tiros fueron adentro y el fallo de Hagglund les abrió la puerta para llegar a la final. Sí, Messi está a un partido de ganar su segundo título en el Inter Miami (la final se jugará el 27 de septiembre contra Houston Dynamo, el equipo del mexicano Héctor Herrera). Superaron a un equipo top de la MLS como Cincinnati. Todavía no son los mejores, pero son algo más distinguido que ser «los mejores»: Inter es el rival a vencer para todos. Gracias a un hombre y su brillo sin condiciones.

Messi es un genio que no pone los contextos como excusa. Todos los partidos, todos los torneos, son importantes para él. No hay más. Ama el fútbol y se encarga de hacer disfrutar también a los que le observan, empezando por sus compañeros, claro está. Y así lo ha hecho sentir a sus colegas en Miami, en donde su impacto ha sido futbolístico y emocional, aunado al gran aura mediático que su figura arrastra por doquier. Es una responsabilidad que no le pesa ni le pesará. Él, su legado y nombre, ya está más allá del bien y el mal. Lo ha hecho todo en el futbol que tal vez su única deuda era consigo mismo: vivir una etapa sin las tensiones de toda la vida. Y, de todas formas, seguir siendo un ganador.