Canelo, y la época de oscuridad que viene para el boxeo mexicano

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Canelo, y la época de oscuridad que viene para el boxeo mexicano

Canelo Alvarez venció a John Ryder en su regreso a México. Lo hizo por puntos, decisión unánime, y con relativa superioridad: pegó pero también recibió. La victoria fue un adorno más para el contexto: toda una fiesta diseñada para el hijo pródigo. La sensación que quedó tras el combate es inevitable. Sus mejores momentos han quedado atrás. Eso no quiere decir que sea un peleador acabado ni mucho menos. Pero la comparación mutua entre el Álvarez de hoy con el Álvarez de ayer lo explica todo.

En sus últimos tres combates el tetracampeón mexicano ha estado lejos de la versión apabullante que mostró en 2021 y en años precedentes. Es lo normal. Canelo ha sido profesional desde 2005, ha acumulado un total de 63 peleas y 472 rounds. Una locura. Pero no deben trazarse escenarios futuros con base en lo visto el sábado: Álvarez no tendrá ni el mismo estilo ni estrategia ni preparación si pelea contra algún gran nombre en los siguientes meses. Él dijo que quiere a Bivol. No tiene sentido: las revanchas sólo se hacen cuando una primera pelea entregó un resultado cerrado o discutido. El ruso aleccionó a Canelo en mayo del año pasado. Fue un buen reto y no debería volver a intentarlo, aunque si sus deseos apuntan a la reedición, lo más seguro es que suceda.

El nombre que todos claman es el de David Benavidez. La pelea sería más pareja que nunca y a Canelo se le hace tarde: todavía le puede ganar. Pero después de esos posibles combates el horizonte es difuso. No le queda mucho por lograr ni demostrar a Canelo. Lo ha hecho prácticamente todo ya. No faltarán quienes levanten la mano, pero el momento del declive ha llegado y no se puede reclamar gran cosa si se habla de citas estelares porque las ha hecho realidad todas.

Canelo ha enfrentado a los mejores boxeadores de dos y hasta tres generaciones. Y también ahí se aplica un doble rasero: cuando otros peleadores de élite se miden con rivales claramente inferiores muchos críticos suelen ser, más bien, indulgentes. Para Álvarez, por ejemplo, no había salida válida el sábado: si noqueaba a Ryder, habría sido por su condición de «bulto»; si la pelea resultaba pareja, dirían que ni siquiera pudo dominar a uno más del montón. Siempre se dice que no enfrenta a quien debería, pero no se dice a quiénes sí debería enfrentar (Benavidez ya es un nombre muy conocido a estas alturas, pero no hay nadie aparte de él; quizá David Morrell y con dudas).

Un declive que debería asustar al boxeo mexicano

La tragedia no será para Saúl Álvarez y sí para el boxeo mexicano que, sin él, apunta a un largo oscurantismo en el que se le extrañará y, quizá, finalmente se podrá dimensionar a qué lugar pertenece. En la actualidad, únicamente hay un boxeador mexicano que, en logros y nivel de rivales, puede hablarse de tú a tú con Álvarez: Juan Francisco Gallo Estrada. Sin embargo, el campeón unificado de peso supermosca afronta el mismo horizonte. Está más cerca del adiós que de las noches de gloria. Emanuel Navarrete, campeón en tres divisiones, todavía tiene mucho que hacer en el boxeo, pero no se convertirá en un imán de ventas. Óscar Valdez tiene combustible, pero es un peleador ya visto, con límites ya conocidos y también en edad de descender en la curva de rendimiento.

David Zepeda y Jaime Munguía siguen siendo considerados promesas, diamantes en bruto, pero hay una realidad: a los 27 años, edad que ambos cumplirán en este 2023, Canelo Álvarez ya era campeón del mundo en dos divisiones y había enfrentado a lo más selecto de su época: Cotto, Mayweather, Golovkin, Lara, Trout. Hay talento: Luis Venado López y Mauricio Bronco Lara, pero padecen de lo mismo que Navarrete. Mucha calidad sin reflectores masivos.

Isaac Pitbull Cruz, boxeador que se ganó muy rápido el cariño de la afición, es garantía de espectáculo, pero no de triunfos (porque en el boxeo se necesita mucho más que sólo lanzar bombazos). Aunque le hizo una muy buena pelea a Gervonta Davis en diciembre de 2021, desde entonces su carrera se ha tratado más de futurismos y especulaciones que de realidad: noqueó a un Yuriorkis Gamboa de 41 años y a un Zurdito Ramírez que subió dos divisiones para enfrentarle. Lo ideal, en todo caso, es que la cara del pugilismo nacional tenga algo de todos los ingredientes del guiso: calidad, capacidad de despertar emoción, interés y empatía, y una proyección de varios años que lo vuelvan una inversión rentable. Nadie lo tiene. Gilberto Ramírez ha decepcionado; Leo Santa Cruz va de salida; Rey Martínez no tiene hegemonía boxística, aunque sí carisma; Andy Ruiz navega por la medianía y no es joven.

Canelo, de cualquier modo, tiene asegurado su sitio en el boxeo: dentro del ring será un histórico apenas decida colgar los guantes. Fuera de él, tiene todo un entramado empresarial que le salvaguardará la vida a nivel económico. El problema, cuando se vaya, es que nadie podrá llenar sus zapatos a mediano plazo. Y entonces, quizá, habrá tiempo para mirar en el retrovisor todo lo que logró.

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