Día inaugural, al fin. Una temporada de béisbol que parecía imposible debido a la pandemia de coronavirus se pone en marcha la noche del jueves, cuando el intenso Max Scherzer y los campeones Nacionales de Washington enfrenten a los Yanquis de Nueva York y Gerrit Cole, el as que costó 324 millones de dólares.
Si se logra jugar — se pronostican aguaceros en la capital federal, por si faltase otro inconveniente — marcará el año más extraño en la historia de las Grandes Ligas.
Una temporada de 60 partidos, estrellas que renunciaron jugar. Estadios sin aficionados, jugadores portando mascarillas. Efectos de sonido para simular vítores e imágenes de aficionados de cartón. Anuncios pintados con aerosol en el montículo y lanzadores con bolsas de resina personalizadas.
Y un sinfín de extrañas reglas. Bateadores designados en la Liga Nacional, pues está bien. Un corredor en la segunda base para iniciar los extra innings, ¿en serio?
“Va a ser divertido”, dijo Cole. “Tendremos ruido artificial de aficionados. Es un béisbol de coronavirus en el 2020”.